Todo el mundo acepta que es bueno, recomendable, necesario, saludable… disminuir el consumo de drogas. Puede que ese sea el único punto en que todos los organismos, naciones y expertos estén de acuerdo. Y aun así hemos de aceptar que el ser humano ha consumido, consume y consumirá drogas siempre. Es consustancial a nuestra naturaleza. Por eso, periódicamente se reabre el debate sobre su legalización, que parece tan interminable como el hábito de consumirlas.
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Para la mayoría de las personas, legalizar se plantea como un debate de 'si' o 'no', todo o nada, blanco o negro, cuando en realidad
tiene numerosas variantes y matices. Por otra parte, casi todas las posturas y decisiones se apoyan más en opiniones y teorías que en hechos científicos contrastados, ya que hay pocos estudios rigurosos, fiables y extensos sobre las consecuencias sociales, sanitarias y legales de legalizar las drogas.
Pues bien, para ello, creo que habría que aclarar al menos los siguientes conceptos:
1.
Liberalizar: Es autorizar la venta y consumo de cualquier droga sin ninguna restricción.
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2.
Legalizar: Significa autorizar el uso de determinadas drogas con fines lícitos y éticos, como los de investigación, sanitarios, paliativos o preventivos.
3.
Despenalizar o descriminalizar: Se refiere a la 'no penalización' -no delito penal- del uso de drogas. Se refiere exclusivamente al uso propio, individual y personal de una droga ilegal, y excluye la producción, posesión, distribución, comercialización y difusión de las mismas.
4.
Regularizar: Supone primero legalizar y luego autorizar y controlar, el uso de determinadas sustancias.
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En definitiva, es obvio que plantear el debate en términos de 'legal' o 'ilegal' no es riguroso, ni realista, ni útil. Ahora bien, todo el mundo está de acuerdo en que ese debate es necesario, que hay que hacer algo para cambiar y mejorar la situación, pues las medidas policiales, políticas, legales, sociales o sanitarias adoptadas hasta ahora
no han servido para disminuir el consumo ni controlar sus efectos negativos… que, no lo dude, y se lo digo desde la experiencia clínica cotidiana, son malas, muy malas, cada vez peores, especialmente para las personas y grupos más débiles y desprotegidos, como los jóvenes.
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